Sábado en la noche. Estamos esperándolo mientras contemplo a la gente pasar en esta conocida cuadra de la ciudad. Bueno no sólo contemplando sino contemplado, puesto que podrían decir que soy el nuevo portero del restaurant Mochica ubicado en el 462 de la calle Bolívar. No estoy vestido para la ocasión, lo más seguro es que me echen si me ven en estas fachas.
Por fin llega, un hombre llamativamente colorado de baja estatura y muy rechoncho, parece una pelotita roja. Su chaleco celeste y su camisa manga larga de colores psicodélicos lo envolvían bajo un manto de sencillez que, al menos, no acostumbro percibir cuando de cantante de música criolla se trata.
Su vida no fue muy sencilla cuando era niño, se crió con sus tías hasta la edad de 14 años, época en la que se escapaba para frecuentar bares y clubes para cantar; su principal talento. Una vez adentro, Rodrigo se sienta con nosotros a una mesa, está sudando y comienza a comentar el partido de voley entre la selección de Perú y Argentina. Es extraño que un cantante te comente con tanta energía un encuentro deportivo antes de salir al escenario. Su celular timbra, Rodrigo contesta y sonríe. “Si, una hora más, está bien”. Cuelga su pequeño Sony Ericsson y vuelve hacia nosotros con un nuevo comentario; su vida.
“Nosotros somos ocho hermanos. Cinco hermanas, tres hombres; bueno uno murió el año pasado, y quedamos los dos, es decir, mi hermano y yo”. El tono de voz cuando dijo “yo” sonó como si las costillas le temblaran y su voz un poco ronca se transformara en la de una mujer de cuarenta años. No cabe duda de una cosa; “patina con los pies”.
¿Cómo inició tu vida de cantante?
¿Te pagaban?
Con una sonrisa de oreja a oreja, manifiesta que el artista peruano no es reconocido, sin embargo tenemos futuro como país. De pronto saca una pastilla de su bolsillo. No logro distinguir que es “Corticoide” me dice mientras bebé un vaso con agua para pasarla.
Muy inspirado y aprovechando el momento, añade que él canta para el público y le gusta esa cercanía con su público. Se considera completamente un intérprete de canciones, por supuesto que afirma no tener cerebro para componer. La gente puede pedir sus canciones de acuerdo al evento. Un artista con el cual no se siente identificado es Manuel Donayre. Malca interpreta canciones de Lucia de
Rodrigo Malca no solo se inspira de canciones sino también de películas antiguas. Una de las películas que el está buscando conseguir es “Más bonita que ninguna” de Rocío Durca. A él le encantaban las películas españolas antiguas. A todo eso, sigue admirando incluso a grupos como Los Doltons, quienes son más antiguas que Los Iracundos.
“Hola mi amor”, le dice Malca a un grupo que recién entra y nos saluda. Aquel hombre que está vistiendo saco, pantalón y camisa negra es su primo hermano que también es cantante pero que por circunstancias e la vida, prefirió dedicarse a la abogacía; es vocal de
¿Qué te parece aquel temor a enfrentar al público?
Malca tuvo la oportunidad de ver a Chabuca Granda, una señora alta, blanca, muy bonita. Lamentablemente, nunca le dirigió la palabra porque en ese momento aún era muy joven y poco conocido, según él. Cuando habla de Julie Freund y Fabiola de
Rodrigo es alcohólico y no le da vergüenza decirlo; sin embrago, dice que siempre es bueno sobretodo antes de cantar. “Un roncito seria apropiado ara esta ocasión”, dice entre risas. Lo importante de estar aquí lo manifiesta en sus palabras:“Yo siento las canciones en mi alma y si tengo que cantarle felicidad a alguien le canto felicidad y si es tristeza le canto tristeza”.
Es hora de ir al escenario, nos mira y ve que queremos pasar, a pesar de no haberle dicho nada. De pronto, nos dice “vengan”. Al pasar, me siento un poco avergonzado ya que estoy vistiendo una polera floja, un pantalón corduroi y un polo cualquiera. ¡Qué roche! Logramos pasar; hoy es la cena de confraternidad del Colegio Seminario, la promoción de este año”. Muchos adolescentes pasean por el lugar con ropa informal, me siento un chiquillo más y me siento en uno de los asientos que nos cedió Rodrigo justo al lado el escenario. Mi compañero, algo timorato, se mantiene callado mientras yo comienza reírme con el show que nos presentó Malca y una amiga suya que aparecido, la señorita Magaly Orrillo, canta de música criolla trujillana.
Rodrigo toma el micrófono, todo está en orden, es su turno y con mucho rubor en el rostro de tanto reírse, dice: ¡Que comience la función!
Reí, escuché, canté las canciones de un intérprete que busca conectarse con el alma de muchas personas. Se aprende mucho de la sensibilidad de un músico y se le recordará simplemente como un gran amigo que nos regaló a mi y a mi compañero un sábado agradable.
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